Comprendí que los sueños no se materializan, ni se hacen realidad. He constatado que la suerte sí juega un rol protagónico en esta vida tan atestada de caos y vorágine, pero lamentablemente, no todos saben dar vuelta a la ruleta con la misma intensidad. En mi bóveda celeste no hay esperanza de ver asomar los rayos de Febo, pues día tras día solo hay lluvias torrenciales e implacables tormentas. La música ya no se oye en el exterior, sino aquí dentro, donde la sangre hierve a causa de la vehemencia y el furor reprimidos. Ya nadie mira ni habla igual que ayer, pues se han dado cuenta de lo mismo que yo: ya no existen las perspectivas ni la ilusión. Ya no basta solo el deseo, ahora todo es obra de la jodida fortuna que me persigue y no me alcanza. Estoy sumergida en la inmensidad de un océano colmado de falsedad y odio, que parece no acabar nunca. Algo me impulsa con fiereza rumbo a las profundidades, y no planea liberarme en un futuro cercano. Ya nadie puede colaborar con mi redención,
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